lunes, marzo 13, 2006

canguros y ciencias


La profesora de ciencias es una mujer muy delgada que nos hace hacer experimentos. Tiene un aparato muy rudimentario, quizás inventado por ella, que emite un pitido muy desagradable y lleva un tubo transparente incrustado en el altavoz. Dentro del tubo introduce un puñado de arena y los minúsculos granitos saltan y se mueven, cobrando vida. Nosotros nos agolpamos a su alrededor para verlo de cerca y nos sorprendemos porque pone cara de sorpresa, como si ella misma estuviera descubriendo por primera vez la vibración del sonido. Lleva una bata blanca de laboratorio, es una domadora de sonidos que manchan.

Tú me escuchas atentamente, enredándome el pelo, mientras te hablo de mi tesis sobre tejados y te describo los desniveles de aquella ciudad. Mis temas siempre son prescindibles pero poseen muchos detalles que entretienen. Me dejas escoger el primer plato y acierto, y tu delicado gesto al sostener la copa de vino, es un movimiento que forma parte de la cadena de encantos que te siguen. Recordé contigo todo lo que no nos ha sucedido. Aquellos días en Australia, en los que un canguro estuvo a punto de secuestrarte y yo sin saber en qué calle estábamos. Y ésa es sólo una de las anécdotas, porque la vuelta fue al mundo.

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