viernes, marzo 09, 2007

Cosas sin importancia





Mi habitación no tiene ventana. Tiene un balcón. Da a una calle estrecha. Aún así cabe una hilera de coches aparcados, un carril para circular y dos aceras. También puede pasar un camión de mudanzas o una ambulancia, incluso una vez se coló uno de esos carricoches de la limpieza que delante llevan dos cepillos redondos dando vueltas sin parar y que sueñan con dejar el asfalto reluciente como el parquet de una pista de baile. Pero el carricoche tuvo que dar la vuelta. Como pudo. Subiéndose a una de las aceras y resoplando fuerte hasta despertarme. Porque mi calle no tiene salida, al final se ensancha y hay un olivo. Mi calle acaba en unas escaleras que van a dar al paseo que desemboca en el parque. Yo siempre he pensado que allí, al final del paseo se equivocaron, que en el parque debería estar la playa y en la playa el parque. Pero no, todas las playas las acumulan en la costa.
En el balcón da el sol por la tarde, después de comer. Más o menos a esa hora. La de la siesta.


Esta mañana he salido con mi coche haciendo marcha atrás por la calle. A mi madre no le gusta que salga haciendo marcha atrás, pero yo siempre salgo así.
Mi intención era hablar con un profesor de la facultad. He llegado a las ocho y media exactamente, pero por lo visto el profesor estaba enfermo y no ha podido venir. Me ha dado mucha rabia. Luego no sabía que hacer por allí, dando vueltas por los pasillos. No tengo clase por las mañanas. Así que me he velto a subir en el coche.

He conducido un rato. De 10 a 11 he estado dando vueltas con el coche. Finalmente, un poco aburrida, me he metido en unos Grandes Almacenes y lo primero que he hecho es ir a la sección de perfumería a ponerme colonia porque se me había olvidado. En la misma planta está el "Rincón del pintor", me gusta esa sección, está llena de paletas, pinceles y lienzos en blanco. Alguna gente estruja los tubos de óleo hasta que la pasta rebosa por el tapón y se pone todo perdido.

Luego he subido por unas escaleras automáticas y luego por otras y luego por otras y otras y he ido subiendo hasta que he visto una mesa de billar. Sólo valía 300 euros. Yo creía que eran más caras. He pensado que cuando me vaya a vivir con Sofía compraremos una. Tendre un montón de gastos ese día. Para ese día ya acumulo una Vespa, dos cascos, una barra de bar para hacer cocktails, muchas botellas, una mesa de ping pong, una guitarra nueva, un amplificador... y hoy he añadido la mesa de billar.



Finalmente, he pensado que ya que estaba allí me iba a mirar vaqueros. Me he probado dos, unos azules y otros negros. No había nadie en los probadores. Todos para mí sola... he pensado. Al final me he quedado los azules.
He entrado en el coche y me he quitado los pantalones que llevaba y me he puesto los nuevos. No ha pasado nadie por la calle. Le he arrancado las etiquetas, me he pintado un poco los labios y ya era casi la una. He ido a buscar a Sofía. Estaba especialmente guapa. Un día hablaré de lo guapa que es Sofía.

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