jueves, octubre 25, 2007

perros imaginarios



Ayer estuve tocando el piano toda la mañana hasta el mediodía y practiqué los ejercicios que me da la profesora en la escuela. A menudo me canso, me cabreo con las partituras y les doy la vuelta, las castigo. Luego toco lo que me da la gana para que me oigan y se retuerzan los pentagramas. Pero este año trato de ser disciplinada y repetir 21 veces los ejercicios, que es la regla de oro de mi profesora de percusión. A su vez, tal regla de oro se la traspasó a ella un profesor, y quién sabe hasta donde llega la cadena. Lo cierto es que he estado calculando y tal vez con 50 años pueda considerarme pianista privada, como las investigadoras. Tendré una carpeta llena de partituras y las sabré tocar todas. Me sentaré en la banqueta, aclararé la voz, me sumergiré en mi mundo pianístico, lleno de algas, edificios del siglo XVIII, rinocerontes, recuerdos de vacaciones, zapatos, trenes con grandes focos de luz que cruzan un puente... rondándote, mientras tú lees . Lo cierto es que estudiar música me parece muy complicado, muchísimo más que la música en sí.


Mi perra albina ha tenido un embarazo imaginario, y en consecuencia, una camada imaginaria que no sabemos dónde está. En eso se basan nuestros días, en buscar a los pequeños perros imaginarios. La perra albina escarba eternamente su manta y hurga con el hocico para ver si encuentra a sus cachorros. El veterinario nos recomendó que le diéramos un muñeco, parece que así está más tranquila. Lo cuida, lo acurruca, lo lame. Es su bebé imaginario. En cualquier caso, sigue esperando a sus cachorros. Sale a la calle y los busca debajo de los coches, en un rincón del parque, en los árboles del paseo. Cuando se cansa se sienta a gimotear, no están en ningún sitio, ni debajo del cojín ni detrás del sofá ni en el garaje. Son esos azotes de realidad, supongo, los que la hacen llorar. El veterinario nos ha dado unas pastillas y dice que en cuanto lleve cinco días tomándolas se le pasará. Pastillas que curan el exceso de imaginación.

Sin duda, lo mejor es saber que lo que tienes no es imaginario.

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