domingo, enero 29, 2017

De escala, entre avión y avión (o quién sabe)

Me estaba acordando de cuando nos abrazábamos y decíamos que se estaba muy bien, y ya me he desvelado del todo (no lo hago a propósito, el recuerdo aparece de repente). Y de que entonces la miraba y pensaba que me sonaba de algo, como si la conociera de vista, como si fuera alguien con quien te cruzas por la calle. O el peluquero. Una persona a quien no consigues ubicar aun estando a tu lado, pero a la que quieres un montón. Y siempre me daban ganas de escribir un carta y contárselo a alguien. Me parecía bonito ese misterio y muchas veces sentía que estaba a punto de resolverlo. 

Luego me he acordado de mi Ex_Oficial, así haciendo un ramdom de momentos perdidos para sumar un poco de melodrama. De cuando íbamos a comprar comida japonesa para llevar, hace ya un lustro, y volvíamos por la calle "alternativa" o de cuando volvíamos hechas polvo de TKD y el maestro nos parecía el ser más sabio del planeta. Si vuelvo a querer alguien, luego tendré que acostumbrarme a no querer a esa persona. Esto es así. Me parece que ya lo he pillado después de varias veces. Es como cuando te vas de viaje y te gusta mucho el sitio, pero tienes que volver a casa. Ese ejemplo lo entiendo muy bien (se me ha ocurrido a mí sola). Y coges un avión o varios. Supongo que estoy en el viaje de vuelta, todavía no he llegado a casa. Y está toda esta incomodidad de los aeropuertos, las maletas, los cambios de temperatura, pollo o pasta, pasta o pollo, pantallas, números de vuelo, las azafatas con el pelo recogido, los botones de llamar a la azafata, el botón de la luz, el libro, la pava de al lado sobando. Ahora estoy haciendo escala en Bangkog. Es un poco larga. Llevo varios cafés. Y me acuerdo de Willy Fog, con su sombrero y cara de león. Qué valiente era Willy Fog. 

En unas horas voy al entierro de la hermana mayor de mi padre. Es bonito estar viva y sentir todo este vendaval de emociones. A ver, voy a pulsar el botón de llamar a la azafata.