sábado, febrero 25, 2017

Refugios




Ayer me desperté y tenía cuatro mails de personas. Me alegré mucho. Estaba lloviendo. Era una lluvia hermosa. Y las gotas se quedaban atrapadas en las cuerdas de tender, pero luego volvían a caer.

Me pasé el día tocando la guitarra. La enchufé al ordenador y le puse un amplificador y varios pedales de ditorsión y estuve tocando una y otra vez  Starman, de David Bowie. A la perri no le gusta demasiado cuando distorsiono la guitarra, se asusta.

Por la noche quedé con "mi contacto" para que me diera la entrada del concierto. Ffnalmente me pudo conseguir  dos. Así que en el último momento  invité a C a venir. Llegó en taxi porque salía de trabajar tarde. Había tomado marihuana y le había sentado rara y estuvo muy callada y rayada. Yo le dije que si se encontraba mal la acompañaba al lavabo. Pero cuando James Rhodes ya iba por la mitad del concierto, C me hizo una señal de OK, y me dijo "ya estoy bien". Y volvía a sonreír como siempre. Me concentré mucho en la música durante el concierto y en las luces lilas, y en el techo. Estuve muy atenta a todas las explicaciones que James daba entre pieza y pieza, aunque ya las había leído en el libro. Fue emocionante. Luego nos fuimos a tomar algo. Volví a casa sonriente.

Esta mañana no  me podía levantar. Se estaba tan bien en la cama. Cuando por fin lo he logrado, he visto que la perri estaba tomando el sol, y me ha hecho gracia esa especie de vida autónoma. ¿En qué piensan los perros?

He bajado a comprar y en el ultralocal había concierto. He entrado y estaba bien. Había bastante gente en la calle bebiendo y charlando. Se me ha contagiado la alegría. Después de comer me he acordado de g. y del día del open record store, y en que la luz y las cosas son igual que entonces. Sobre todo la luz.  Pero en realidad nada es igual. Es como cuando vuelves a un lugar del pasado y aunque todo siga de la misma forma sabes que es absolutamente distinto. Querer a alguien a quien no puedes querer es una catástrofe de dimensiones íntimas. Me he metido de nuevo en la cama, me sentía abrumada. Y la luz seguía siendo la misma, todo el tiempo.  Creo que cuando tengo subidas de alegría de algún modo se vengan de mí, después, con bajadas repentinas.

Voy a refugiarme en la guitarra y a esperar que pasen las horas.




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